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Lotería.-

avion

Mateo era un niño curioso y soñador de apenas 8 años.

Un día, mientras jugaba en el parque, un papel brillante captó su atención entre las hojas secas del suelo.

Mateo se agachó y descubrió un billete de lotería arrugado, como si alguien lo hubiera perdido sin darse cuenta.

Lo recogió con asombro y lo examinó con curiosidad. Nunca antes había visto uno como ese, pero había oído hablar de la lotería en la televisión y sabía que la gente ganaba premios grandes.

Al mirar el papel se le ocurrió una idea. Si doblaba el boleto de cierta manera que ya conocía, podría convertirlo en un avión de papel. El pequeño era un experto en hacer aviones y barcos de papel, así que con habilidad y paciencia lo transformó en una pequeña aeronave.

Estaba encantado con su creación y empezó a jugar con él lanzándolo al aire.

El avión de papel se elevó en el cielo azul, danzando con el viento mientras el niño observaba con alegría.

No se dio cuenta de que un grupo de adultos lo miraba desde la distancia, intrigados por la escena. Uno de ellos se acercó a Mateo y le preguntó sobre el papel que había convertido en avión.

-¿Sabes qué es esto, pequeño? -preguntó el hombre, sosteniendo el boleto en sus manos.

Mateo negó con la cabeza.

-Esto es un billete de lotería, y ¡parece que es un premio importante! —explicó el hombre, con los ojos brillando de emoción.

Mateo cogió el avión y salió corriendo a su casa para contárselo a su madre.

Estaba tan emocionado por la aventura del avión de papel que no podía esperar para contar lo sucedido.

Entró corriendo a la casa, donde su madre estaba ocupada en la cocina preparando la cena.

-¡Mamá, mamá! ¡Mira, encontré un billete de lotería y unos señores me dijeron que gané un premio grande! -exclamó Mateo, mostrándole el avión con entusiasmo.

Su madre, sin levantar la mirada de los fogones, respondió con firmeza:

-Mateo, no debes hablar con desconocidos. ¿Quiénes eran esas personas?

-No sé, mamá, solo querían devolverme el avión y me dijeron que era un boleto de lotería ganador -contestó Mateo, sin comprender del todo la situación.

-No sabes quiénes eran y menos si dicen la verdad. Esto no es un juego, Mateo. Además, no deberías jugar con cosas que encuentras en la calle -dijo la mujer con voz seria.

Sin darle tiempo a explicarse, le quitó el avión de papel y lo arrojó a la papelera.

-Ahora ve a lavarte las manos para cenar. No quiero que vuelvas a hablar con desconocidos, ¿entendido? -le ordenó.

Mateo, desilusionado, asintió con la cabeza y se retiró a lavarse las manos.

 

Años más tarde, las gentes del pueblo se preguntaban quién habría ganado ese billete de lotería que nunca nadie cobró.

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