General

Matrimoniadas.-

Roberto miraba asustado a su mujer. No se podía creer que ver a Conchi de aquella guisa, con lencería sexy y enfundada en esas botas de cuero altas que le llegaban hasta casi las ingles, le estuviera causando más terror que deseo.

-Roberto hijo, no me mires así e intenta actuar con un poco de naturalidad, que pareces más perdido que un pulpo en un garaje!

-Mujer, naturalidad… ¿Pero tu has visto cómo te miran?

-De eso se trata, ¿no? ¿no querías reavivar nuestra vida sexual? Pues ya sabes lo que dijo la terapeuta: “tenéis que darle vidilla a vuestra relación”, así que relájate y disfruta hombre. Anda vete y pide un par de gin tonics. El tuyo bien cargadito, que lo estás necesitando.  

Tras estas palabras Roberto dejó a su mujer sola en aquel local de intercambio de parejas al que les había recomendado ir su amigo Raúl, con el que iba a tener que mantener una conversación muy pero que muy seria. Normal que se lo pasara pipa! Iba solo, sin pareja, con lo que no tenía que ver como todo el local se comía con los ojos a su mujer. Además aquello era una exhibición de tangas, máscaras de carnaval y pezoneras con brillantitos. Hasta había hombres que llevaban algo que, prefería no saber qué era, brillaba como un diamante donde debería estar el tercer ojo.

Por mucho que había leído y le habían contado, nunca hubiera podido imaginarse lo que allí veía.

Y ahí estaba él, paseándose con una toalla minúscula que apenas le tapaba media nalga, camino de la barra a pedir un par de copas.

Mientras esperaba que se las sirvieran buscó con la mirada a su mujer y, ojiplático se quedó cuando vio que Conchi estaba entablando conversación con una pareja. Los tres estaban en una cama, repartiéndose sonrisas y manoseándose como si se conocieran de toda la vida.

Cogió los gin tonics y salió, con su medio culo al aire, en dirección a su mujer y sus cariñosos acompañantes.

-Ejem… tu copa querida! – dijo para llamar su atención

-Mirad chicos, os presento a Roberto, mi marido. Mira cariño, son Alejandra y Carlos – Roberto notó que lo miraban de arriba abajo (sobretodo la tal Alejandra) intentando explicarse cómo él podía ser el marido del bellezón de su mujer (cosa que él ya se preguntaba habitualmente)

-Hola – dijo levantando las manos, con un gin tonic en cada una de ellas

-Ven, siéntate con nosotros – dijo su mujer

-No tranquila, si yo estoy bien así, casi que me siento en la barra y os dejo con lo que estábais…

-No hombre no, ven aquí – y cuando fue a cogerle el brazo para que no se marchara, por accidente agarró la toalla y dejó al pobre Roberto como su madre lo trajo al mundo, aunque un poco más crecidito, con los dos gin tonics en la mano y las piernas semi cruzadas intentando ocultar sus testículos 

Para foto estaba el pobre.

-¡Mira Roberto, yo así no puedo! O nos ponemos o no nos ponemos! Mira que te dije que lo de la toalla era una horterada, que te pusieras los calzoncillos de Batman que te regalaron los niños por Navidad. Pero nada, el señorito tenía que venir sin nada y liarse en la toalla de pin y pon, que más sexy no se puede ir hijo!

Todo esto ante la mirada atónita del resto de los asistentes del local. Porque Conchi había empezado a hablar casi gritando. Lo que le faltaba al pobre Roberto, que todo el mundo le mirara las vergüenzas mientras él seguía sosteniendo los gin tonics y su mujer le echaba la bronca

-Mira, ¿sabes que te digo? que  mejor nos vamos y ya vuelvo yo sola otro día, que me has cortado el rollo. Ni tomándome tres gin tonics me quedo aquí contigo. Tu te vienes cuando quieras, sólo o con tu amigo Raúl, que seguro a él también le va el rollo look toallita – dijo esto último con rintintín 

Roberto seguía sin inmutarse, aunque había empezado a beberse uno de los gin tonics como si fuera agua, a ver si se emborrachaba rápido o se acaba la escena, lo que antes ocurriera

-Alejandra querida, espera que voy a la barra a por un boli y me escribes tu teléfono en el brazo, luego te hago una perdida y quedamos otro día, tengo unos conjuntos en casa que seguro que te quedan monísimos a tí también – dijo Conchi con una sonrisa y su mejor voz sensual, como si no hubiera estado gritando hacía unos segundos

Y así fue como Roberto y Conchi terminaron las prácticas de reavivación sexual, y empezaron los trámites de divorcio.

Dejar una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *