Si buscas en la RAE mochilero, éstos son los significados que aparecen:
mochilero, ra
-
m. y f. Persona que viaja a pie con mochila.
-
m. Hombre que servía en el Ejército llevando las mochilas.
Y puedo decir que he conocido a una persona que se corresponde con la primera definición, aunque no siempre se desplaza a pie, claro está.
Casi todos los propósitos que nos planteamos en la vida son parecidos: perder peso, hacer ejercicio, dejar de fumar, escribir un libro, tener un hijo… pero Adrián no.
Su propósito especial de aquel año 2001 era tan grande como el propio mundo: poder llegar a cada rincón del planeta sólo con la compañía de su mochila y todo lo que cupiera dentro.
Adrián vino de sudamérica huyendo, como muchos de sus compatriotas, de una política destructiva hacia el pueblo.
La primera vez que lo ví ya iba con la mochila a cuestas.
Sentados en la terraza de un chiringuito en la playa me contó sus peripecias desde que había dejado su país.
Estuvo viviendo en Estados Unidos unos meses, en una furgoneta alquilada junto con otros chavales de su edad.
Vivían de cualquier cosa: limpieza de pisos de obra nueva, repartidor de publicidad, aparcacoches. Todo valía.
Se aseaban en los baños de los restaurantes de comida rápida y dormían dentro de la furgoneta aparcados en el parking de esos mismos restaurantes.
Pasados unos meses Adrián se separó del grupo y decidió viajar solo.
Siguió adelante con su mochila y con todo lo material que le importaba de su vida, dentro de ella.
Me contó que vino con bastantes más cosas, pero que tuvo que ir deshaciéndose de algunas porque cargar con todo era demasiado.
Así fue como se fué quedando solo con lo básico, como decía él, para sobrevivir: su ordenador portátil, el móvil, sus fotos, algunos libros, su documentación, un poco de ropa y algunas cosas de aseo.
En menos de un año viajó por Estados Unidos, Londres y Francia.
Si había algo que me llamaba la atención de él, era el hecho de que llevara SIEMPRE en su mochila, una pastilla de jabón.
Decía que la usaba no solo para su higiene personal, sino también para lavar la ropa.
De vez en cuándo pasaba la noche en algún hotel y entonces aprovechaba para lavar la ropa, que secaba dejándola colgada en una percha después de estrujarla bien.
A veces le tocaba caminar al día siguiente con la ropa colgada en la mochila para que se terminara de secar al aire. Vamos, ¡un mochilero de libro!
Hablando con él fué como aprendí lo poco que necesitamos para vivir y que gran parte de la esclavitud de nuestra sociedad actual es el sometimiento que tenemos para mantener las cosas materiales que vamos acumulando a lo largo de nuestra vida.
La mayoría han pasado de ser útiles a ser una carga.
Por si os preguntáis de qué vivía, era y sigue siendo informático. Una vez bromeando me dijo que el teletrabajo lo había inventado él. No recordaba cuándo fue la última vez que tuvo que ir a una oficina para trabajar.
Durante años no nos vimos, pero mantuvimos el contacto por correo electrónico y algún mensaje por messenger me llegaba de vez en cuando. Me enviaba fotos de los lugares que visitaba y los países en los que se quedaba a vivir durante alguna temporada. Me hablaba de las gentes que conocía, de la gastronomía de Tailandia, de los campos de tulipanes de Holanda, del lujo en los Emiratos Árabes o la pobreza de la India. Y yo, desde mi apartamento en Valencia, leyendo sus historias y viendo sus fotos, me transportaba durante algunas horas fuera de mi vida.
Cuando me escribió para decirme que venía una temporada a España, empezamos a planear encontrarnos, y he de reconocer que me entusiasmaba la idea. ¡Era como tener de amigo a Willy Fog!
Hace unos meses quedamos para cenar.
Desde aquél encuentro casual en el chiringuito de la playa de Las Arenas, no habíamos vuelto a vernos.
El Adrián que me encontré tenía la misma sonrisa y el mismo brillo en los ojos que el del año 2001. Las experiencias vividas durante estos años le habían hecho mantener ambas cosas, y yo añadiría que la felicidad y el orgullo de ser capaz de cumplir un propósito tan especial durante tantos años.
Después de varias horas de charla, comida, copas y risas, nos separamos. Yo para volver a mi casa y él al hotel en el que se alojaba esos días.
Antes de que se marchara le entregué un pequeño paquete con una tarjetita que decía “para tu mochila”.
Dentro había una pastilla de jabón.